jueves, 27 de diciembre de 2012

¿FELÍZ NAVIDAD CON UN FUNERAL DEL CERDO?

Animales alrededor de Jesús ninguno para sacrificar
o matar. Una imágen de paz y armonía con las
criaturas de Dios
A los primeros cristianos no se le hubiera ocurrido celebrar una fecha tan hermosa como La Navidad con tanta crueldad. Esta fecha es una celebración que invita a la reflexión y a la rectificación de los errores de una etapa que se asocia al nacimiento de algo nuevo, la luz del sol que ilumina las almas para nuestra evolución como seres humanos.

El 24 de Diciembre es la víspera de la Natividad y muchos paises de Latinoamérica celebran la festividad con platos criollos alegóricos a una costumbre religiosa-sincrético-pagana que evoca la "felicidad" en su cultura. Para ello sacrifican animales para comer lejos de un estadío armonioso, aunque el matar animales sea parte del inconciente colectivo que atenta contra el principio bíblico de "no matarás".

El hombre en su afán aparente de felicidad se vuelve cómplice del carnicero

que  mata en nombre de una fecha de supuesta unión familiar. Contrariamente a los preceptos de la buena salud que produce la verdadera felicidad basada en un principio frugal establecido por su fisiología que demuestra su estructura dentaria, intestinal, metabólica que corrobora que el hombre es vegetariano y no carnívoro.


Desde pequeños criados
para morir


Si nos remontamos al materialismo dialéctico que explica que la materia ni se crea ni se destruye, sino, que se transforma, entonces aplica esta máxima de no comer animales muertos. Si el hombre proviene del mono, el parecido entre este y el hombre confirma su condición vegetalina o vegetariana y con relación a la dialéctica lo que se transforma en energía es el alimento vivo, no muerto, no cadaver. Apelando al principio creacionista de que el hombre y la mujer fueron creados por Dios quien es la fuente de todo bien,  a Él  no se le hubiera ocurrido en un acto de bondad autorizar a matar y comer animales en el paraiso. No obstante advierte que "toda hierba haz de comer" como resa en el Génesis.

Algunos discuten, o se justifican, sacrificando animales con un corte en el cuello por donde lo hacen desangrar para despojarlo de su fluido vital, tan cruel como todo lo demás. Pero iendo de nuevo a la "fiesta" de la Navidad donde cuestionamos el procedimiento de la celebración donde no hay un principio ético y mucho menos civilizado o evolucionado en ello.

Para nosotros la Navidad es regocijo en Dios, no dolor sobre sus criaturas. Nada lo justifica, por tanto le agradecemos a aquellos que han visitado nuestro blog interesándose por el tema que guarden prudencia, que 
un recordatorio  por el nacimiento del Niño Dios es para reflexionar en Él y cómo seguir los preceptos y enseñanzas de o que se dice llamar cristiano. Para los científicos recomendamos leer a Carlos Linneo y si de adicciones a la carne se trata Freud no estaría mal leer su propuesta de Eros y Tanatos. Esa locura por la carne no sólo aplica al paladar sino a un mecanismo de control y de poder, lo que tristemente origina una enfermedad llamada gota que no es más que el exceso de ácido úrico en sangre y que se deposita en las articulaciones, la llamada ENFERMEDAD DE LOS REYES (no la de los Reyes Magos sino la de los reyes ignorantes y ostentosos). Recuerdo que a mis vecinos los tildaban de pobres cuando ponían frijoles, arroz, viandas y huevos en la mesa, cuando los visitaban de nuevo y tenían carne servida en sus platos decían que estaban bien económicamente porque comían carne. Una escala de valores errónea y discriminativa.

Los esenios se divieron en dos: los Ebionitas y los Esenios puros que fueron los verdaderos cristianos vegetarianos, astròlogos, no charlatanes, los legítimos que observaban los cielos y  los ciclos de la vida como en el Libro del Esclesiastés o El Predicador donde dice Todo Tiene su Tiempo. Por eso la Navidad, es un tiempo para Amar a Dios que inspira al recogimiento, la reflexión y  la concordia. En Enero el Sol estará entre el día 5 ó 6  en una posición que ilumina más a la Tierra, lo que se conoce como Epifanía,  el Logos Solar,  y que se ha convertido en una fiesta netamente comercial. Cuando el Sol ilumina más a la Tierra. 
¿Y esto es la Navidad?

Analizar todo este contexto estelar astronòmico secular desde la perspectiva del No Matarás cristiano que en vez de matar y sacrificar animales deberíamos ayunar para absorber los buenos efluvios, no los de la muerte, el dolor y la crueldad despiadada lejos de la bonanza divina.
Cómase la manzana y no al animal.
Esta imágen es
cruel. Muerto como si estuviera
sonriendo
La llamada Noche Buena no es para hartarse de animales muertos. Nosotros comimos frijoles negros, arroz y yuca un poco para seguir la tradiciòn, pero a las once de la noche partimos para la Misa de Gallo a escuchar el mensaje de la Navidad de las 12, las 00:00 horas del 25 de Diciembre, cantar y escuchar los villancicos, alegrar el alma sin culpas por comer barbarie y dolor animal. Regresamos a casa con el espìritu de Dios, el bien, el amor en nuestros corazones por la Natividad.

En vez de comérselo aliméntelo para que viva felíz
Es es el verdadero espíritu en Dios.



   

SAN MARTIN DE PORRES SU AMOR Y ENTENDIMIENTO A LOS ANIMALES

Película San Martín de Porres (2006)
El santo habla a los animales como a sus amigos.



Este pasaje lo encontramos en Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma.

El autor nos cuenta las historias que circularon por Lima sobre San Martín de Porres, cómo hablaba a los ratones, perro, gato y palomas. Todos comían del mismo plato y respondían a Martín. Así  también las vacas respetaban las plantas del huerto porque Martín las requería con mucho amor. Esta comunión con los animales, en santidad, que San Martín de Porres prefesaba por adorar a Dios era sustententada por su alimentación extrictamente vegetariana. 

Veamos como el escritor y periodista Don Ricardo Palma nos cuenta en su afamada obra universal Tradiciones Peruanas:



Y comieron en un plato
perro, pericote y gato.

Con este pareado termina una relación de virtudes y milagros que en hoja impresa circuló en Lima, allá por los años de 1840, con motivo de celebrarse en nuestra culta y religiosa capital las solemnes fiestas de beatificación de fray Martín de Porres.
Nació este santo varón en lima el 9 de diciembre de 1579, y fue hijo natural del español don Juan de Porres, caballero de Alcántara, en una esclava panameña. Muy niño Martincito, llevolo su padre a Guayaquil, donde en una escuela, cuyo dómine hacía mucho uso de la cáscara de novillo, aprendió a leer y escribir. Dos o tres años más tarde, su padre regresó con él a Lima y púsolo a aprender el socorrido oficio de barbero y sangrador, en la tienda de un rapista de la calle de Malambo.
Mal se avino Martín con la navaja y la lanceta, si bien salió diestro en su manejo, y optando por la carrera de santo, que en esos tiempos era una profesión como otra cualquiera, vistió a los veintiún años de edad el hábito de lego o donado en el convento de Santo Domingo, donde murió el 3 de noviembre de 1639 en olor de santidad.
Nuestro paisano Martín de Porres, en vida y después de muerto, hizo milagros por mayor. Hacía milagros con la facilidad con que otros hacen versos. Uno de sus biógrafos (no recuerdo si es el padre Manrique o el médico Valdez) dice que el prior de los dominicos tuvo que prohibirle que siguiera milagreando (dispénsenme el verbo).Y para probar cuán arraigado estaba en el siervo de Dios el espíritu de obediencia, refiere que en momentos de pasar fray Martín frente a un andamio, cayose un albañil desde ocho o diez varas de altura, y que nuestro lego lo detuvo a medio camino gritando: «Espere un rato, hermanito» Y el albañil se mantuvo en el aire, hasta que regresó fray Martín con la superior licencia.
¿Buenazo el milagrito, eh? Pues donde hay bueno hay mejor.
Ordenó el prior al portentoso donado que comprase para consumo de la enfermería un pan de azúcar. Quizá no lo dio el dinero preciso para proveerse de la blanca y refinada, y presentósele fray Martín trayendo un pan de azúcar moscabada.
-¿No tiene ojos, hermano? -díjole el superior.- ¿No ha visto que por lo prieta, más parece chancaca que azúcar?
-No se incomode su paternidad -contestó con cachaza el enfermero.- Con lavar ahora mismo el pan de azúcar se remedia todo.
Y sin dar tiempo a que el prior le arguyese, metió en el agua de la pila el pan de azúcar, sacándolo blanco y seco.
¡Ea!, no me hagan reír, que tengo partido un labio.
Creer o reventar. Pero conste que yo no le pongo al lector puñal al pecho para que crea. La libertad ha de ser libre, como dijo un periodista de mi tierra. Y aquí noto que habiéndome propuesto sólo hablar de los ratones sujetos a la jurisdicción de fray Martín, el santo se me estaba yendo al cielo. Punto con el introito y al grano, digo, a los ratones.
Fray Martín de Porres tuvo especial predilección por los pericotes, incómodos huéspedes que nos vinieron casi junto con la conquista, pues hasta el año de 1552 no fueron esos animalejos conocidos en el Perú. Llegaron de España en uno de los buques que con cargamento de bacalao envió a nuestros puertos un don Gutierre, obispo de Palencia. Nuestros indios bautizaron a los ratones con el nombre de hucuchas, esto es, salidos del mar.
En los tiempos barberiles de Martín, un pericote era todavía casi una curiosidad; pues relativamente la familia ratonesca principiaba a multiplicar. Quizá desde entonces encariñose por los roedores; y viendo en ellos una obra del Señor, es de presumir que diría, estableciendo comparación entre su persona y la de esos chiquitines seres, lo que dijo un poeta:

El mismo tiempo malgastó en mí Dios,
que en hacer un ratón, o a lo más dos.

Cuando ya nuestro lego desempeñaba en el convento las funciones de enfermero, los ratones campaban, como moros sin señor, en celdas, cocina y refectorio. Los gatos, que se conocieron en el Perú desde 1537, andaban escasos en la ciudad. Comprobada noticia histórica es la de que los primeros gatos fueron traídos por Montenegro, soldado español, quien vendió uno, en el Cuzco y en seiscientos pesos, a don Diego de Almagro el Viejo.
Aburridos los frailes con la invasión de roedores, inventaron diversas trampas para cazarlos, lo que rarísima vez lograban. Fray Martín puso también en la enfermería una ratonera, y un ratonzuelo bisoño, atraído por el tufillo del queso, se dejó atrapar en ella. Libertolo el lego y colocándolo en la palma de la mano, le dijo:
-Váyase, hermanito, y diga a sus compañeros que no sean molestos ni nocivos en las celdas; que se vayan a vivir en la huerta, y que yo cuidaré de llevarles alimento cada día.
El embajador cumplió con la embajada, y desde ese momento la ratonil muchitanga abandonó claustros y se trasladó a la huerta. Por supuesto que fray Martín los visitó todas las mañanas, llevando un cesto de desperdicios o provisiones, y que los pericotes acudían como llamados con campanilla.
Mantenía en su celda nuestro buen lego un perro y un gato, y había logrado que ambos animales viviesen en fraternal concordia. Y tanto que comían juntos en la misma escudilla o plato.
Mirábalos una tarde comer en sana paz, cuando de pronto el perro gruñó y encrespose el gato. Era que un ratón, atraído por el olorcillo de la vianda, había osado asomar el hocico fuera de su agujero. Descubriolo fray Martín, y volviéndose hacia perro y gato, les dijo:
-Cálmense, criaturas del Señor, cálmense.
Acercose en seguida al agujero del mur, y dijo:
-Salga sin cuidado, hermano pericote. Paréceme que tiene necesidad de comer; apropíncuese, que no le harán daño.
Y dirigiéndose a los otros dos animales, añadió:
-Vaya, hijos, denle siempre un lugarcito al convidado, que Dios da para los tres.
Y el ratón, sin hacerse de rogar, aceptó el convite, y desde ese día comió en amor y compaña con perro y gato.
Y... y... y... ¿Pajarito sin cola? ¡Mamola!